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Dice que anoche lloró y lloró y lloró. Y lloró tanto, que los glóbulos, han declarado la zona en alerta –roja, por supuesto– y se han aliado con los glóbulos blancos para subir a los botes salvavidas.
Y, ahora, mientras ellos se aferran a sus vidas celulares, mis pulmones se quedan sin oxígeno; y ya no puedo ni gritar su nombre porque la sangre ahoga mi garganta.
Si salgo de esta juro que le compro un paraguas y un chubasquero impermeable para que no vuelva a sufrir semejantes inundaciones... (a mi corazón).
Está lloviendo otra vez.
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A.F.N.
jueves, 8 de mayo de 2008
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